domingo, 18 de mayo de 2014

Plas-mación (3)

Plas-mación (3)


El siguiente paso fue tomar una foto. A partir de este momento, solo utilizaba fotos mías, eso me permitía tratar la foto como paso intermedio hacia el cuadro y no como un fin en si mismo.  




Después la dividía en áreas tratando de unificar los tonos semejantes; tres, cuatro, seis o más, dichas áreas procuraba que fueran triángulos o polígonos que facilitaran el cálculo de las mismas. 

Más tarde sumaba todas las áreas por tonos y establecía el porcentaje  que dicho tono ocuparía en el cuadro.





En ese momento ya estaba bastante harto de tanto número, a pesar de haber coqueteado durante tantos años con ellos, y las ganas por empezar a pintar se parecían a un volcán en plena ebullición. He de reconocer que la sensación no era desagradable del todo.

Ya delante del lienzo (de un área proporcional a la de la foto, aunque fuera más alargado que la foto) trazaba unas líneas simples, creando zonas que  pintaba del color correspondiente.

Cuando el blanco del lienzo pasaba a ser historia, quitaba un poco de azul de aquí y lo sustituía por un poco de ocre por allá, del mismo tamaño, claro. Lo repetía hasta darle una forma irreconocible al cuadro (con respecto a la foto).

Finalmente, pintaba con medios tonos y cuartos de tono sobre las zonas uniformes tratando de obtener el mayor número de matices de la foto.

Y hete aquí el resultado, ahora sois vosotros los que tenéis que valorarlo. Recordad que el fin es el cuadro y la foto solo un medio para alcanzar dicho fin.




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