Plas-mación (3)
El siguiente paso fue tomar una foto. A partir de este momento, solo utilizaba fotos mías, eso me permitía tratar la foto como paso intermedio hacia el cuadro y no como un fin en si mismo.
Después la dividía en áreas tratando de unificar los tonos semejantes; tres, cuatro, seis o más, dichas áreas procuraba que fueran triángulos o polígonos que facilitaran el cálculo de las mismas.
Más tarde sumaba todas las áreas por tonos y establecía el porcentaje que dicho tono ocuparía en el cuadro.
En ese momento ya estaba bastante harto de tanto número, a pesar de haber coqueteado durante tantos años con ellos, y las ganas por empezar a pintar se parecían a un volcán en plena ebullición. He de reconocer que la sensación no era desagradable del todo.
Ya delante del lienzo (de un área proporcional a la de la foto, aunque fuera más alargado que la foto) trazaba unas líneas simples, creando zonas que pintaba del color correspondiente.
Cuando el blanco del lienzo pasaba a ser historia, quitaba un poco de azul de aquí y lo sustituía por un poco de ocre por allá, del mismo tamaño, claro. Lo repetía hasta darle una forma irreconocible al cuadro (con respecto a la foto).
Finalmente, pintaba con medios tonos y cuartos de tono sobre las zonas uniformes tratando de obtener el mayor número de matices de la foto.
Y hete aquí el resultado, ahora sois vosotros los que tenéis que valorarlo. Recordad que el fin es el cuadro y la foto solo un medio para alcanzar dicho fin.
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