domingo, 27 de abril de 2014

Plein air

Plein Air



Todo comenzó un miércoles de finales de marzo. Unos cuantos amigos quedamos para ir a ver la exposición de Cézanne en el Thyssen.


Tras la exposición y mientras comíamos, comentamos los cuadros que más nos habían gustado, las características del dibujo de Cézanne, los colores y qué bien estaría salir a pintar al campo.

Como en mi caso lo he hecho alguna que otra vez, les propuse organizar una salida.
A las cuatro y media estábamos pintando en El Estudio, academia donde un grupito intercambiamos conocimientos, experiencias y emociones, al tiempo que Paco, el maestro Francisco Soto, nos ilumina con sus enseñanzas, pensamientos y experiencias.
Comentamos con algunos lo que nos había parecido la exposición, nos dieron sus opiniones, (creo que fuimos los últimos en verla),  y ahí terminó todo. 

Unos días más tarde y por email, propongo al grupo, que por cierto de llama Cre_A_rte ©, que qué les parecería salir a pintar al aire libre o “plein air” como dicen los franceses y los que no son franceses; y entonces empezaron a llover comentarios, sensaciones y deseos coincidentes que me llevaron a organizar oficialmente una salida al aire libre para pintar. 

Como siempre pasa en estos casos, al principio son muchos los interesados, pero como no hay más remedio que poner una fecha, finalmente solo unos cuantos pueden asistir.
 

El día previsto fue el domingo 13 de abril. Amaneció con sol y prácticamente despejado, con las nubes suficientes para que los cielos no parecieran aburridos. Unas semanas antes, Eugenio y yo estuvimos seleccionando ubicaciones para pintar; no muy lejos, de fácil acceso y tranquilas. Los alrededores de la Marañosa al sur de Getafe o al norte de San Martín de la Vega, según se mire, fue el lugar seleccionado.


Una vez allí y con atuendos de verdaderos impresionistas del siglo XX (con delantales y sombreros al uso), buscamos nuestras vistas particulares para inmortalizarlas; unos  más protegidos del sol que “otras”, como le pasó a Pilar, a quien el sol se empeñaba en descubrir de entre los pinos, una y otra vez, como si al escondite quisiera jugar.


Separados cada uno en su espacio, excepto Juan y Salomé que compartieron unos pocos metros, nos dispusimos a pintar en un silencio y concentración muy especial; el silencio, acompasado por el piar de algunos pájaros, de la brisa que agitaba las hierbas y por el deslizarse de unas ruedas de  bicicletas; un silencio que sin embargo no era mudo y que a todos nos arropó suavemente, sin darnos cuenta.   


Tras un par de horas pintando, observando, mirando de soslayo a los demás, propongo comer algo. En seguida Eugenio asiente y  se pone manos a la obra, selecciono el sitio y cuando voy a poner la botella de vino que llevaba, me encuentro un mantel redondo, con dibujos de limones y hojas, al estilo de los que utilizaban los impresionistas, no os quepa la menor duda. Cada uno aporta algo con lo que llenar el  mantel, desde unas empanadillas caseras, pasando por companaje (embutido y cosas de picar, según la jerga de Alicante), medias noches con diversas viandas y hasta unas copas para que el vino supiera mejor.


 
Después de recobrar fuerzas, seguimos un par de horas más, sacamos fotos de todas nuestras obras y nos prometimos repetir de nuevo esta fantástica experiencia.  




De hecho y a estas alturas de la crónica, habiendo pasado ya la Semana Santa, Pilar F. ha estado pintando en la zona de Gandía, yo mismo he tomado apuntes en Alicante y seguro que todos habrán trabajado un poco.

domingo, 20 de abril de 2014

¡MÚSICA MAESTROS!

II semana cultural en el Conservatorio de Arturo Soria

Del cuatro al diez de abril se ha celebrado en el Conservatorio Profesional de Música de Arturo Soria, la segunda edición de la semana cultural; repleta de actividades de puertas abiertas y talleres para los alumnos. Estas actividades, donde se puede escuchar desde música clásica hasta ópera, pasando por flamenco, Jazz, orquesta de Big Band, e incluso teatro de títeres, son gratis, lo cual me parece todavía más increíble. El acceso solo está limitado al aforo de las  respectivas salas.






Gracias a Amparo y Mariano, que me avisaron de la celebración, allí me plantifiqué, también se acercó Eugenio que no se imaginaba cómo se iba a desarrollar todo eso y que al final del día me confesó que nunca había asistido a un concierto donde tocaran tan bien y ¡tan cerca!

Como teníamos que aprovechar la tarde, lo primero que hicimos fue comer para cargar las pilas; Mariano y yo íbamos a hacer fotos de todo lo que nos diera tiempo a ver.

Y hablando de comida; para abrir boca tuvimos un concierto de guitarras, esto pudo ser el aperitivo de la jornada; actualmente (y ya van dos ocasiones), aprecio más percusión en estos conciertos, combinación que a mi personalmente me gusta.




Después, y aunque esta cena musical no sea muy ortodoxa, tuvimos el postre; taller de música y pintura, donde los niños se dejaban guiar por los sentimientos para dibujar sobre un papel, o trataban de identificar un determinado sonido o instrumento con un color. Tras el primer ejercicio, Esther Seco, artista que dirigía el taller, proyectó unos cuadros de Jackson Pollock al tiempo que les explicaba la importancia y el reconocimiento de este pintor, quedando los niños sorprendidísimos de la similitud o cercanía con los dibujos que acababan de realizar. 




Como primer plato nos ofrecieron algo suave, con sustancia para abrir el apetito y que no nos fuéramos sin comernos hasta el último bocado del segundo plato, pero eso es harina de otro costal.





Concierto de piano romántico, acompañado por las sabias palabras de D. Fernando Puchol, servido en piano de cola e interpretado por varios alumnos del Conservatorio, unos más hechos y otros no tanto, pero todos en su punto. Una delicia. A mi se me hizo corto, ¿verdad Coral?





Coral, como directora del Conservatorio anduvo preocupada por el cumplimiento de los horarios, pero ante tan ricos manjares no se levantó nadie hasta que no se acabaron los bocados y el acompañamiento.




De pronto se encendieron las luces, todavía resonaban en mi interior algunas notas de piano, cada vez más distantes, cuando una marea negra me rodeo agitándose sin parar, corriendo de un lado a otro como si me quisiera engullir a mi en lugar de yo a ella. En cuestión de pocos minutos estaba todo en su sitio y listo para que saboreáramos todo el repertorio que la Big Band al mando de José Miguel Sambartolomé nos tenía preparado para deleite de todos los asistentes; asistentes afortunados, porque el aforo se completó de tal manera que la gente que no pudo entrar se quedó escuchando desde  fuera del aula.




La orquesta traía a varios músicos invitados, pero he de pedir disculpas, solo me quedé con el nombre de Antonio Moltó y supongo que será porque es de Alicante como yo.




Una orquesta de verdadero lujo; saxofones, trompetas, trombones, piano, guitarra, bajo, percusión, vocalistas que sumaban más de 20 y que consiguieron un aroma y sabor a swing propios de otra época.

Así hasta bien pasadas las diez y media de la noche. ¡Qué!, ¿cómo se os queda el cuerpo? Espero que con ganas de oír música. “la música es ese idioma que no todos hablamos pero que todo el mundo entiende”, frase (no recuerdo si literal) que se encuentra enmarcada en uno de los pasillos del Conservatorio.












domingo, 13 de abril de 2014

Una tarde en el Ateneo

Proyección y estreno
de la película

HISTORIAS DE LA INOPIA 2


Historias de la inopia 2 es la segunda película de mi amigo Gabriel Pérez-Juana, artista polifacético donde los haya y que estoy seguro que, de haber nacido a principios del siglo XX, hubiera hecho buenas migas con Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca. Para mi es un surrealista contemporáneo, se ha cultivado en las Bellas Artes y la Filosofía, oficialmente, porque tiene cara de curioso empedernido y seguro mira por todas las cerraduras con las que tropieza. 




Probablemente muchos de los que accedéis a mis recién estrenadas crónicas, hayáis visto ya alguno de sus cortos, aquí os dejo el primero con el que tuvimos el honor de comenzar nuestra colaboración Pilar Minsa (que tras el éxito cosechado en el teatro y en los cortos, se hace llamar “La Diva”; y que conste que no lo digo porque no se merezca tan acertado seudónimo, os lo estoy advirtiendo por si os la presento algún día) y el modesto operario o chico para casi todo que soy yo,



En esta su segunda película se pueden ver 25 de los cortos grabados en el 2012 y 2013, y al contrario que en su primera película, ha conseguido rodearse, de un cada vez mayor elenco de artistas noveles y profesionales.

Por mi parte, ya conocía el Ateneo, aunque de una sola vez y solo pude ver la escalera y el último piso, pero haciendo gala de tal experiencia convencí a mi hijo para que me acompañara y así también él lo  podría conocer. 





Se trata de un edificio de estilo modernista inaugurado en 1884, aunque el Ateneo como sociedad existe desde 1835, pasando por diferentes ubicaciones hasta la actual.




Su salón de actos es señorial, casi de volverte a casa a ponerte pajarita, la iluminación, no sé muy bien si por ahorrar o por diseño, es un poco escasa, lo que le dota de un aspecto más sobrio si cabe. Sus paredes, con forma semi-circular están decoradas a media altura por retratos de personajes ilustres que han pasado por sus estancias. 


El acto fue muy entrañable y Gabriel siempre estuvo rodeados de amigos y de su familia.












También asistieron muchos alumnos de Gabriel en El Estudio, academia de arte, donde impartía clases de dibujo y pintura.  












Alejandro, socio del Ateneo y amigo de Gabriel, hizo de anfitrión, técnico de sonido, de iluminación, presentador y todo lo que hubiera hecho falta, con una sonrisa permanente, y con un humor crítico e inteligente con el que nos amenizó todo el tiempo que estuvimos allí.







La Diva, estuvo pendiente todo el tiempo de la llegada de sus numerosos admiradores, que al enterarse del estreno se agolparon a la entrada. 






La película fue un éxito, la gente quedo encantada y todo el mundo preguntándose qué tendrá Gabriel en la cabeza para una producción tan prolífica; a pesar del mucho tiempo que pasa, según él, en la inopia.










Finalmente, todos los involucrados, artistas invitados, vestuario, decoradores, atrezzo, producción, cámaras, fotografía, montadores e incluso el chico para todo, posamos en una foto histórica.





También he de decir, y Gabriel lo agradecerá, que no  aparece en la foto un colaborador, aunque yo diría más bien cómplice de Gabriel, su amigo Guillermo, que no pudo asistir por encontrarse de viaje.

domingo, 6 de abril de 2014

Campanarios de Azaba; "hide" el escondite

Campanarios de Azaba

Reserva natural de la Fundación Naturaleza y Hombre


Una mañana en el “hide” o escondite que diríamos aquí.


Son las siete y media del sábado 22 de marzo de 2014, hace algo más de media hora que ha amanecido, llevamos más de 12 horas del recién estrenado equinoccio de primavera, los rayos de sol se dejan ver con dificultad entre dos encinas vecinas y proyectan sombras chinescas sobre la pared de la habitación.










El vaho de la ducha empaña ya el cristal del espejo, fuera debemos estar a 6º como mucho. Al fondo del pasillo se oye a Ruth trastear con el desayuno, debe de estar en pie desde las seis por lo menos. Recojo todos los objetivos, cámara y demás cachivaches en la mochila, un termo lleno de té, libreta , bolígrafo y libro por si acaso, nunca se sabe si estaré muy ocupado, lo que si sé es que estaré muchas horas allí dentro.

Desayuno listo en la mesa, zumo de naranja natural, café y leche, huevos revueltos con bacon bien pasado y crujiente, aceite, mantequilla, mermelada y tostadas con pan de pueblo; así aguanto yo un día entero en el hide , que a partir de ahora llamaré escondite.

Cogemos los bártulos, mochilas, mesa, silla y nos disponemos a subir al pick-up (todoterreno con la parte de atrás descubierta a modo de camión) en cuya parte trasera llevará unos 25 pollos muertos y sin desplumar. Nos acompaña Eugenio que tiene curiosidad por ver cómo es el recinto.

Ruth tira los pollos con mucha habilidad, dejándolos a diferentes distancias del escondite, mientras yo me instalo y Eugenio coge algunas plumas que otro día debieron olvidar los buitres. Todo esto con una rapidez asombrosa, cuando vengo a darme cuenta, están cerrando la cancela del recinto donde se encuentran tres escondites estratégicamente colocados.







Son las nueve y media, aunque mi reloj marca las ocho treinta, se ha ajustado a la hora de Portugal y eso provocará que me despiste con la hora de comer.

La emoción empieza a oprimirme el pecho, los cuervos son los primeros en aparecer aunque revolotean como si estuvieran jugando y no paran de graznar. 

Enseguida aparecen, estos si que bajan, unos rabilargos, con su gorra negra que les cubre hasta los ojos, su cola azul y larga como para ir a una gala y sus plumas color ocre clara sobre su espalda a modo de chal; se pasean por el recinto como eligiendo a qué pollo hincarle el pico y conscientes de lo elegantes que son.



A continuación bajaron unos cuantos estorninos con sus picos pintados de amarillo y sus plumas brillantes al sol.



En estos momentos sobrevuelan la zona una pareja de milanos, los cuervos no parecen ser sus mejores amigos y les obligan a emprender el vuelo, aprovechan para picotear un poco para demostrarles a los milanos de quién es el festín.
Sopla el viento y las nubes amenazan con cubrir todo el cielo. En estas circunstancias, decía Ruth que era probable que no bajen los buitres. Esperamos. Escondidos. Escribiendo.


Cuando un par de cuervos pasa por encima del escondite, el aletear de sus alas suenan como si de un látigo se tratara.

Son las diez y media, las nubes han terminado de cubrir el cielo y han desaparecido todo tipo de aves; la incertidumbre y el temor al fracaso se asoma tímidamente por la rendija de la puerta, pero me niego a dejarle entrar.

A lo lejos, muy alto vuela una rapaz, a esa distancia soy incapaz de reconocerla. Empieza a bajar la temperatura, las manos me piden los guantes y me dispongo a calentarme con un té. El termo funciona perfectamente y el calor del té invade de placer etéreo todo mi cuerpo. Ha sido una buena idea traerme un termo repleto de una bebida caliente.

Ha habido sus más y sus menos entre los milanos y los cuervos, estos últimos parecen los dueños de la parcela.

Ya son las once y diez minutos , en lo alto del cielo se ven buitres volando y oteando la zona, serán como unos veinte, calculo.


Pienso que no tardarán en bajar. 

Las once y veinte , los cuervos siguen graznando pero no consigo verles. Los milanos aprovechando que los cuervos están fuera del recinto, aunque cerca, sobrevuelan el comedero.


Algún cuervo ha bajado a darse una vuelta, parece que comprueba que está todo en su sitio. Suena un nuevo silbido por atrás que no reconozco. Me sirvo otro té calentito.
Me siento espectador y protagonista de una película al mismo tiempo.


Otra pareja de milanos se posa en la encina que hay al fondo a la izquierda. De repente llegan hasta seis o más, se nota que la unión hace la fuerza, los cuervos ya no intentan alejarlos.

El sol parece que quiere aparecer de vez en cuando. Los silbidos aumentan, por número y variedad, que pena no poder distinguirlos. Ahora hay más buitres sobrevolando  sobre mi cabeza, parece como si estuvieran esperando la autorización de la torre de control para aterrizar. Ya deben de ser más de cuarenta, pero no consigo que se estén quietos para contarlos.


Siento que la emoción va in crescendo.
Son las doce menos veinte y se están acercando, ahora consigo distinguir las plumas de los extremos de sus alas.

Vaya, se ha levantado un poco de viento y han vuelto a desaparecer. Esto del viento los puede retrasar o incluso hacer que no bajen, pero en nuestra línea positivista esta idea no tiene cabida, así que pienso que, aprovechando el viento, estarán dejándose mecer por él y planeando sin rumbo, los pollos pueden esperar, enfriar, no se les van a enfriar más.

Un milano solitario ha intentado posarse en el suelo y antes de que lo hiciera ha aparecido un grupo de cuervos, son los amos del lugar.

Las doce, vuelven los rabilargos y los mirlos, los buitres han dejado de planear y se dejan ver de nuevo a lo alto.

Los cuervos sobrevuelan por encima de rabilargos y mirlos para recordarles quién manda ahí; cuando lo hacen, los otros salen despavoridos. 

Las doce y cuarto, ha llegado el primer buitre, impresionante; se trata de un buitre negro, no sé si será el más joven o el más viejo, pero está claro que inspecciona el terreno antes de que los demás bajen a comer.


Está más que alerta, gira su cuello, yo creo, que más de 360º, sin cambiar de postura, mueve la cabeza ante el más mínimo sonido, eso sí, sin prisas, tiene todo el día por delante.

La una menos veinte y el vigilante sigue reportando o elaborando su informe, el sol vuelve a salir tímidamente, a pesar de ello, unas cuantas gotas aparecen sobre el cristal espía que me oculta. No interfieren demasiado en las fotos, de hecho, las amplio y en el visor de la cámara no se aprecia, después en el ordenador seguro que se notará algo, pero nada que no se pueda salvar.


La una menos diez, la pareja de milanos decide sobrevolar la zona y cambia de posadero, los silbidos se hacen muy evidentes, parecen de milanos, pero yo solo veo a la pareja, el caso es que suenan por todas partes, o eso me parece a mi.

No hay señales de los buitres.

De vez en cuando el buitre de la torre de control mira en mi dirección; me dan ganas de agacharme, tiene una mirada francamente penetrante, pero claro, ahora que lo pienso, estará viendo su propio reflejo y probablemente le sorprenda que haya otro buitre haciendo su trabajo y esa competencia no le debe de hacer ninguna gracia.

La una, el buitre baja rodeado de cuervos, como si lo escoltaran o quisieran mostrarles las ricas viandas que han guardado para ellos, de inmediato empiezan a bajar todos, lo hacen de golpe, no he podido ver como bajaban, de repente ya estaban todos aquí, debe de haber 50, 60, 100 … yo qué sé, un montón, no sé adonde enfocar, me debato entre ver el espectáculo y sacar fotos, necesitaría cuatro cámaras y ocho brazos; hay buitres leonados y buitres negros, algunos se acercan tanto a la cabaña que parecen que quieran entrar. Desgarran los pollos con una facilidad que asusta un poco.


Los buitres negros tienen aspecto de niños malos, con sus plumas despeinadas, hombreras al viento , cuello cubierto y pico con pintura de guerra al más puro estilo apache y de color azul; te dan ganas de llamar a la policía.

Las dos menos veinte, se terminó el banquete, se lo han comido todo, no han dejado ni una pluma, algunos reposan después de la comilona, otros han alzado el vuelo y yo también descanso un poco, me sirvo otro té mientras me recupero de más de un dolor, hasta ahora desconocidos para mi; me duelen el dedo gordo y el índice de tanto disparar, pero lo más sorprendente es que también me duele un poco el pecho y después de darle alguna vuelta al asunto, compruebo que cuando voy a hacer una foto, dejo de respirar por un instante … y llevo más de 1.200 instantes sin respirar …, así que tomo aire tranquilamente  una y otra vez, saboreo el té que sorprendentemente sigue caliente y el dolor remite.


Habíamos quedado a las dos para comer, se suponía que yo tenía que llamar cuando hubiera terminado, pero como la hora en mi reloj se había cambiado sin mi consentimiento, al mirar el reloj, para mi era todavía la una menos veinte; tengo tiempo de hacer muchas más fotos todavía. En la casa, Ruth y Elena se preguntaban por qué no llamaba todavía y especulaban sobre si tendría cobertura o no. A pesar de ello, optaron por darme más tiempo y no llamaron de momento.
Ha empezado a llover con fuerza, espero que sea solo una nube. Los tres buitres que quedan no solo no se mueven sino que se han recogido sobre si mismos formando una especie de bola que deje la menor superficie posible al agua de la lluvia.


Antes, justo cuando estaban terminando de comer, un buitre leonado se ha quedado mirándome fijo a los ojos y casi sin pensárselo se ha abalanzado contra el cristal, golpeándolo con el pico y todo su cuerpo, inmediatamente  el susodicho y un buen número de secuaces han alzado el vuelo.






Bueno, el sol sale con ganas y parece que calienta, los tres buitres que se han quedado aguantando el chaparrón airean sus alas abiertas de par en par, imagen muy bonita y que aprovecho para fotografiar.

De hecho, éste parece que me está saludando.


Suena el teléfono, Ruth con voz de preocupación me pregunta si está todo bien, le digo que si y que ya pueden pasar a recogerme a las dos menos cinco. Me quedo pensando un instante, no entendiendo mucho ese tono de preocupada, miro mi reloj y veo que son todavía la una y media, aún me queda un cuarto de hora para empezar a recoger, hago las últimas fotos y cuando me quiero dar cuenta los buitres salen volando a la llegada del coche que viene a recogerme, ahora si que no entiendo nada, recojo deprisa y corriendo y una vez en el coche, se descubre el entuerto. 

Ha sido una media jornada llena de de emoción, sorpresa, expectación, miradas inquietantes, algún sustito, más de una foto digna y algún placer: un té calentito y un water que aunque rudimentario en un escondite como éste es un verdadero lujo.

Al repasar las fotos y debido probablemente a la emoción del momento, constaté que cometí más de un error; el que más rabia me dio fue no subir el ISO para poder disparar a más de 1/500 y si se puede mejor a más de 1/1000, de otra manera no podremos congelar a ningún ave en vuelo. Como “no hay mal que por bien no venga”, ya tengo la excusa, perdón, razón para volver otra vez y repetir la experiencia, además, ya empezaba a ponerle nombre a alguno de los buitres y no me gusta dejar las cosas a medias.


















Espero que la crónica os despierte la curiosidad y que aquellos que no hayan tenido esta experiencia se decidan a tenerla.