viernes, 11 de octubre de 2019

Madrid - Ouarzazate - Madrid




El avión termina de aterrizar, o ha pillado un bache o tiene una rueda pinchada. Pero ya estamos en tierra.

Se abren las puertas, tanto delantera como la de atrás. Yo estoy más bien al final del avión, a pesar de mi billete “priority”, el mío era de los asientos más baratos.

Al salir del avión La luz te ciega un poco, cuando consigues que tus pupilas se acostumbren a tal grado de claridad, todo lo que hay delante de ti es de color  ocre; ocre naranja, ocre amarillo y ocre marrón.

El color ocre nos va ha acompañar durante todo el viaje, tanto en el revestimiento de las nuevas construcciones como en el de las casas de adobe y  el paisaje.

Ejemplo del color que nos acompañó durante todo el viaje. A la derecha Miriam y abajo corriendo Celia.


El aeropuerto es muy pequeño, la torre de control, completamente mimetizada con el entorno, no medirá más de 10 metros, a ojo de buen cubero. Todavía no me creo que hubiera un vuelo directo a Ouarzazate desde Madrid.

Algunas no traían Dirhams y han tenido que cambiar en el aeropuerto, menos mal que la oficinita de cambio estaba abierta.

La furgo/bus nos está esperando; apenas la llenamos, otras tres personas del grupo vienen por su cuenta desde Marraquech. El chofer nos ha hecho todo su repertorio de imitación de animales, como nos hemos reído, vuelve una y otra vez con el gallo, el asno y una especie de parlanchín super rápido que la primera vez, francamente, resulta gracioso, pero a la quinta …




Paramos antes de llegar a la Kasbah Itran donde nos hospedaremos para ver la panorámica de la huerta y el río que la atraviesa.

Aunque ésta no es la vista panorámica de la parada, sirve para que os hagáis una idea.



Durante toda nuestra estancia hemos realizados tres comidas al día pero que han parecido cinco o seis. Yo tenía la sensación de estar todo el día comiendo.



También hemos tenido veladas musicales interpretadas por los empleados de la Kasbah Itran, eso sí, con un repertorio y ritmo percusionista un tanto repetitivo, más bien parecía un mantra. A partir de la segunda noche les dijimos que no era necesario que nos agasajaran con el folclore de la zona y nos lo agradecieron.





La visita al mercado semanal de El Kalaat M’Gouna fue muy interesante, pudimos hacer fotos a pesar de que no todo el mundo estaba dispuesto a que le fotografiaran, pero con los dibujos, todo el mundo se rendían, incluso nos pedían que les retratáramos y posaban para nosotros. Como el caso de Mohamed quien poso durante más de quince minutos encantado de ser observado por más de una docena de ojos.






También visitamos la casa de Mohamed y Khalid donde Fátima hija y madre nos introdujeron en las costumbres culinarias de los Beréberes. Pudimos hacer pan, crepes y nuestra propia tajín.





Recorrimos varios pueblos cercanos o barrios para visitar sus Kasbah e incluso un Ksar o conjunto de kasbah formando una fortificación como el de Kit Ben Hadu y de donde procede nuestra palabra alcázar.



Y esto fue todo. Marruecos bien vale un viajecito.







4 comentarios:

  1. Que bonito viaje y dibujos, muy buena elección llevarte el cuaderno de papel marrón.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ja,ja. Efectivamente, abrías el cuaderno y ya tenías la mitad del dibujo hecho ;)

      Eliminar